¿Es tan grande señores la diferencia entre jóvenes y viejos? La juventud, los jóvenes, si es que en ellos hay vida, están llenos de ideas revolucionarias, de descontento, ¿no es así? Tienen que estarlo, pues de otro modo ya son viejos. Como esto es muy serio, les ruego que no lo aprueben o desaprueben. Estamos considerando la vida, y yo no ocupo la tribuna para hacer un discurso que les agrade a ustedes o me agrade a mí.
Como les decía, si los jóvenes no tienen ese descontento revolucionario, ya son viejos, y los viejos son aquellos que alguna vez estuvieron descontentos, pero que ahora se han sosegado. Desean seguridad, permanencia, ya sea en sus empleos o en su alma. Quieren certeza en las ideas, en la vida de relación, o en la propiedad. Si en ustedes, que son jóvenes, hay un espíritu de investigación que les hace desear la verdad acerca de cualquier cosa, de alguna acción política de izquierdas o de derechas, y si no están atados por la tradición, serán los regeneradores del mundo, los creadores de una nueva civilización, de una nueva cultura. Pero, como el resto de nosotros, como la generación pasada, los jóvenes también quieren seguridad, certeza. Quieren empleos, quieren alimento, vestido y protección, y no quieren estar en desacuerdo con sus padres porque ello significa ir contra la sociedad. En consecuencia, se adaptan, aceptan la autoridad de las personas mayores. Y ¿qué sucede entonces? El descontento, que es la llama misma de la investigación, de la búsqueda, del entendimiento, se vuelve mediocridad y se convierte en mero deseo de mejor empleo, de un rico matrimonio o de un título universitario. Así se destruye el descontento de los jóvenes, el cual se convierte en un simple deseo de mayor seguridad.
Lo esencial para jóvenes y viejos, por cierto, es vivir plenamente, de un modo completo. Pero como lo ven, hay muy poca gente en el mundo que quiera vivir de un modo completo. Para vivir plenamente tiene que haber libertad, no aceptación de la autoridad, y solo puede haber libertad cuando hay virtud. La virtud no es imitación; la virtud es el vivir creativamente. Es decir, la creatividad llega mediante la libertad que trae virtud, y la virtud no ha de ser cultivada, ni llega por la práctica o al final de nuestra vida. O somos virtuosos y libres ahora, o no lo somos. Y para descubrir por qué no somos libres, es preciso que estén descontentos, que tengamos la intención, el empuje, la energía necesaria para investigar; pero esa energía la disipan sexualmente o en clamorosos eslóganes políticos, agitando banderas o simplemente imitando y aprobando exámenes para lograr un empleo mejor.
Como les decía, si los jóvenes no tienen ese descontento revolucionario, ya son viejos, y los viejos son aquellos que alguna vez estuvieron descontentos, pero que ahora se han sosegado. Desean seguridad, permanencia, ya sea en sus empleos o en su alma. Quieren certeza en las ideas, en la vida de relación, o en la propiedad. Si en ustedes, que son jóvenes, hay un espíritu de investigación que les hace desear la verdad acerca de cualquier cosa, de alguna acción política de izquierdas o de derechas, y si no están atados por la tradición, serán los regeneradores del mundo, los creadores de una nueva civilización, de una nueva cultura. Pero, como el resto de nosotros, como la generación pasada, los jóvenes también quieren seguridad, certeza. Quieren empleos, quieren alimento, vestido y protección, y no quieren estar en desacuerdo con sus padres porque ello significa ir contra la sociedad. En consecuencia, se adaptan, aceptan la autoridad de las personas mayores. Y ¿qué sucede entonces? El descontento, que es la llama misma de la investigación, de la búsqueda, del entendimiento, se vuelve mediocridad y se convierte en mero deseo de mejor empleo, de un rico matrimonio o de un título universitario. Así se destruye el descontento de los jóvenes, el cual se convierte en un simple deseo de mayor seguridad.
Lo esencial para jóvenes y viejos, por cierto, es vivir plenamente, de un modo completo. Pero como lo ven, hay muy poca gente en el mundo que quiera vivir de un modo completo. Para vivir plenamente tiene que haber libertad, no aceptación de la autoridad, y solo puede haber libertad cuando hay virtud. La virtud no es imitación; la virtud es el vivir creativamente. Es decir, la creatividad llega mediante la libertad que trae virtud, y la virtud no ha de ser cultivada, ni llega por la práctica o al final de nuestra vida. O somos virtuosos y libres ahora, o no lo somos. Y para descubrir por qué no somos libres, es preciso que estén descontentos, que tengamos la intención, el empuje, la energía necesaria para investigar; pero esa energía la disipan sexualmente o en clamorosos eslóganes políticos, agitando banderas o simplemente imitando y aprobando exámenes para lograr un empleo mejor.
Los jóvenes de hoy día están todos perdidos, sólo saben hablar de drogas, alcohol, sexo....
ResponderEliminarEste mundo del Botellón en el que vivimos, no es sino una inmensa ola gigante donde no podemos hacer otra cosa que agarrarnos a un flotador, y que nos lleve la corriente, pero siempre agarrando bien el salvavidas de nuestros principios.
Me da mucha lástima, incluso me dan ganas de llorar.
Tenemos que aguantar el oleaje y plantar cara a una ola que cada vez es mayor.
Siempre habrá personas que preferirán hundirse al fondo del mar antes que coger un barco con destino a Sodoma y Gomorra.
Alberto.